Porque ser uno mismo nunca pasa de moda

Entre selfies, playlists e historias que duran 24 horas, hay una cosa que los jóvenes de hoy tenemos muy clara: expresar nuestra identidad es más importante que nunca. Y no, no hablo de llevar el mismo bolso minimalista color beige que parece haberse clonado en cada feed de Instagram. Hablo de piezas que realmente dicen algo, que tienen carácter. Que gritan (o susurran, si eres más del tipo sutil) “esto soy yo”.

Ahí es donde Longchamp, sí, ese nombre que tu madre seguramente asocia con elegancia clásica, empieza a jugar en otra liga. Resulta que la marca francesa también tiene un lado inesperadamente divertido y atrevido. He descubierto pequeñas joyas coloridas y con diseños poco convencionales que están lejos de los clásicos tote negros. Bolsos que parecen haber salido de una galería de arte contemporáneo más que de una tienda de aeropuerto.

Uno de mis favoritos: una mini mochila en tono lima ácida con detalles gráficos que parecen pintados a mano. Fue amor a primera vista en una tienda de longchamp españa. La compré medio en broma, medio porque no pude resistirme. Terminé usándola casi a diario ese verano. En un festival de música en Valencia, alguien literalmente me pidió sacarle foto “por lo guay que se veía con las luces del escenario”. El bolso o yo? No pregunté.

Porque ser uno mismo nunca pasa de moda

Segundo momento: una escapada improvisada a Lisboa. Decidí llevar uno de esos bolsos de asa corta con estampado abstracto (rojos, verdes, un poco de dorado que reluce con el sol, muy vibra años 70 pero actualizado). No era el más práctico en teoría, pero me sentí como una especie de musa urbana caminando por Alfama. Lo bueno es que no hace falta combinarlo con nada: él es el look. Y las señoras de una tienda de cerámica me lo dijeron: “Eso no se ve todos los días”.

Lo que me gusta de estos bolsos es que tienen ese equilibrio entre arte y funcionalidad. No son los típicos accesorios “bonitos pero inútiles”. Caben mis gafas de sol, el cargador portátil, un libro de bolsillo (en físico, como dios manda) y, si hace falta, una chaqueta ligera. Además, al ser Longchamp, sabes que están bien hechos: las cremalleras no mueren a la tercera salida, los colores no se desteñen con el sol, y los acabados siguen impecables después de mucho trote.

Y sí, cuando me preguntan de dónde lo saqué, suelo decir con cara seria: “lo encontré por accidente en longchamp bolso españa”. Que es verdad, pero también es mi forma de no revelar todos mis secretos de estilo de golpe.

Así que si eres de los que no teme destacar un poco, si tu armario tiene más color que el feed de una heladería artesanal, o si simplemente quieres un bolso que no parezca una copia de otro, créeme: hay un Longchamp que no sabías que necesitabas.

Eso sí, no me eches la culpa si después quieres uno en cada color. Algunos caminos no tienen vuelta atrás. Y menos si están forrados en cuero fucsia.

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